CUATRO CORAZONES CON FRENO Y MARCHA ATRÁS.
Desde
principio de curso, el grupo B de 4to de la ESO hemos estado
ensayando una obra de teatro llamada “Cuatro corazones con freno y
marcha atrás”, con tal de presentarla a final de curso a todo el
colegio y a nuestros padres. Yo representé a Valentina, la prometida
de don Ricardo, que está a punto de recibir la herencia millonaria
de su tío. Aún así, el testamento dice que no lo va a disfrutar
hasta dentro de sesenta años, y los dos caen en la desesperación.
Hasta que llega el Doctor Bremón y lo arregla todo con su
descubrimiento de la inmortalidad.
Valentina
es una joven de unos veinte años con pelo castaño y ondulado y un
cuerpo alto y esbelto. Proviene de una familia rica y está muy bien
acostumbrada, hasta que llega el desastre de la herencia de su
prometido, con la que creían que serían ricos hasta la muerte.
Entonces Valentina está desesperada: se marea, casi no puede hablar
y sólo busca a Ricardo para compartir sus penas. Aún así, en el
segundo acto, cuando ya obtienen la inmortalidad, se la concibe como
harta de la vida, sin ilusión, sin esperanza, sin ganas de hacer
nada. Es un cambio radical que el personaje sufre en cada acto, ya
que en el tercero también tiene una personalidad totalmente
diferente respecto a los otros dos. En este último es una niña a
quien se le ha devuelto la ilusión, la alegría, el sentimiento de
comerse el mundo; pero a la vez de seguir siendo autoritaria ante los
hijos para darles una buena educación.
La
verdad es que, primeramente, me sentí una persona completamente
diferente a mi personaje, sobretodo en la desesperación del primer
acto, y me costó un poco saber cómo comportarme y hablar para que
pareciera desesperada. Yo nunca he experimentado este sentimiento que
sufres cuando te chafan todos tus planes y, además, encontraba al
personaje muy exagerado. Pero, poco a poco, fui analizando su
situación intentando ponerme en su lugar y sentir lo que ella
sentía. Poco a poco fui soltándome y exagerando más mi
comportamiento hasta llegar al punto de creerme que yo misma era
Valentina Díaz.
Los
otros dos actos ya me resultaron más sencillos, ya que ninguno de
ellos era tan exagerado y los sentía más cercanos a mi personalidad
o mis experiencias. Además, con la soltura que había logrado en el
primer acto, ya continué en los otros dos y no tuve que trabajarlos
tanto. Aún así, los resultados me sorprendieron, ya que al final me
salió mucho mejor la figura del personaje en la primera parte y
todos me felicitaron por mi actuación “sobre todo en el primer
acto”, como ellos mismos afirmaban.
La
verdad es que ha sido una experiencia inolvidable y muy gratificante
que sin duda me gustaría muchísimo repetir, ya que, no sólo ha
sido mi primera vivencia como actriz (la cual he disfrutado mucho),
sino porque también he notado que todo mi grupo de clase se ha unido
para mostrar al público que nos visitó todas nuestras ganas de
ofrecerlos un buen rato que siempre recordaran con una sonrisa.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada