CUATRO CORAZONES CON FRENO Y MARCHA ATRÁS.
Todos
sabíamos que este año nos tocaría representar una obra de teatro.
Personalmente era una cosa que me preocupaba bastante. El hecho de
plantar-me delante de un escenario repleto de gente me paralizaba.
Esa fue la razón por la cual no quería que me tocara un personaje
importante que saliera durante casi toda la obra.
Me
parece recordar que fueron pasadas las fiestas navideñas cuando
empezamos a ensayar. La obra que representaríamos seria una de
Enrique Jardiel Poncela titulada “Cuatro corazones con freno y
marcha atrás.” Primero de todo comenzamos con la elección o
repartimiento de los personajes. Por la razón que he mencionado
antes quedé muy satisfecha con el personaje que me habían asignado.
Se trataba de Juana, la portera de la casa donde vivían los
Cifuentes, una mujer de unos cuarenta años. Era un personaje
secundario que solo aparecía durante el primer acto.
A
las pocas clases empezamos con los ensayos. Me sentía a gusto
interpretando a Juana e intentaba poner un tono de voz algo diferente
al mío que se ciñera al guión y que, a la vez, concordase con lo
que mi personaje quería transmitir. Sin embargo, a lo que más me
costó acostumbrarme fue a estar la mayor parte del primer acto de
pie en escena sin decir nada, solo interviniendo en contadas
ocasiones con expresiones espontáneas. No obstante, mi vergüenza
arriba del escenario disminuía al pensar que estaba rodeada de
compañeros, sobre todo de sirvientas, haciendo que me sintiera
cómoda y algo más relajada a medida que la obra iba avanzando.
Cuando
empezamos a hacer los ensayos sin el libro delante la cosa cambió
bastante. Había gente que estaba bastante perdida. En mi caso,
cuando me tocaba mantener una conversación a solas con dos
personajes, concretamente con Corujedo, agente de seguros de vida y
Emiliano, el cartero, uno de los personajes principales, por no decir
el más importante, me ponía muy nerviosa. Una sensación
angustiante recorría mi cuerpo. Tenía la sensación de que el guión
se me había olvidado por completo. Pero solo era mi imaginación.
Durante
los primeros meses ensayando gran parte de mis compañeros no se lo
tomaban en serio, sin darse cuenta de que para que una cosa salga
bien hay que practicarla día a día. Supongo que sería porqué
veían muy lejos el día de la representación final. Por esa razón,
cuando tan solo faltaba una semana para el gran día, el día de la
verdad, el día en el que debíamos demostrar lo mucho que habíamos
trabajado, muchos de mis compañeros comenzaron a inquietar-se. Yo no
estaba nada nerviosa, el hecho de pensar que sólo salía durante el
primer acto y que apenas decía diez frases permitía que me
tranquilizara.
Y
por fin llegó el día. La obra la representamos el miércoles 28 de
marzo a las 15:30 en el gimnasio del colegio, donde hay un pequeño
pero acogedor escenario. Primero la representamos delante de una gran
mayoría de los alumnos del colegio, i seguidamente, a las 19:00,
delante de nuestros padres. La primera vez, fue bastante desastre,
sobre todo el primer acto, nos costaba arrancar con las frases y
ponerle un ritmo continuo al diálogo. En cambio, la segunda vez
salió muchísimo mejor. Ya teníamos dominado el escenario e hicimos
de esa tarde un día magnífico, digno de recordar.